lunes, 15 de marzo de 2021

La dualidad de la enfermedad mental

 No soy muy aficionada a la dialéctica, pero llevo un tiempo en el que las tripas me duelen de tanto callar. 

Estoy cansada de esta doble rasero con el que se juzga a la salud mental y a aquellos que padecen alguna enfermedad relacionada con el tema.

Por un lado, si dices que estas en tratamiento psiquiátrico la gente reacciona de dos formas: como si tuvieras la lepra y desaparecen de tu vida más rápido que el dinero en mi cuenta (o la covid, más acorde con los tiempos que corren) o tienen soluciones de cuñado: a ti lo que te hace falta es un buen polvo; como se nota que tienes mucho tiempo para aburrirte; estás triste porque quieres, solo tienes que alegrarte un poco; ganas de llamar la atención, te falto una buena hostia de pequeña... Y así podría seguir.

Y luego por otro lado están la desvalorización de la enfermedad y de lo que se supone. A la primera dificultad todo el mundo afirma tener una depresión. No perdona, bonito, lo que a ti te pasa no es una depresión es malestar como consecuencia de no tener las herramientas suficientes para afrontar alguna situación difícil o generadora de estrés. Una depresión es algo mucho más que sentirse triste un par de días. Todos sufrimos de dolor de cabeza en algún momento de nuestra vida y no por eso afirmamos tener un tumor. Todas sentimos malestar estomacal con relativa frecuencia y no afirmamos padecer un cáncer de estomago, una ulcera o tener una tenía que nos esta devorando por dentro; no, simplemente somos conscientes de que hemos comido o bebido en exceso, demasiado picante o algo en mal estado.

No estoy intentando restar importancia al malestar de aquel que se ha puesto ciego a burritos y luego tiene ardores, ni mucho menos. Lo que pretendo es no hacer de menos al que realmente está enfermo. Al aficionado a la comida mejicana le duele la tripa y mucho, muchísimo, a lo mejor hasta el punto de ofrecer el alma al diablo para que se le pase, pero ni de cerca tiene nada que ver con el que tiene una verdadera patología grave. 

A alguien que tiene un tumor en el estomago, del tamaño de un melocotón, como le ocurría a mi padre, no le dice alguien que ha comido en exceso "Se como te sientes, yo estoy pasando por lo mismo, lo mío si que es grave". Seria tan ridículo como decirle a una madre recién estrenada, después de 22 horas de dilatación sin epidural "no sabes lo que te entiendo, yo he tenido que coger el puente aéreo Madrid-Barcelona y me he pasado al menos tres horas esperando en el aeropuerto" (Esto es un Wally y lo demás son tonterías). Suena ridículo, ¿verdad? Pues es algo que las personas con enfermedad mental tenemos que soportar todos los días

"Estoy deprimido", "mi madre tiene ataques de histeria", "mi novia está loca". Es una falta de respeto para las personas que viven con esa situación y etiqueta, así como, para los profesionales del sector de la psiquiatría y la psicología. 

En este aspecto, flaco favor les han hecho sus compañeros de atención primaria, que recetan Orfidales como si fueran Juanolas. "Doctor, no duermo bien" "Pues tomate dos de estas con la cena". Y bueno está los que van al médico de cabecera, a algunos directamente se los "receta" el vecino facilitándole una caja de su suegra o cosas por el estilo.

Y el colmo de los colmos es cuando alguien que simplemente está pasando una mala racha te dice que se quiere matar, que para sufrir tanto es mejor suiciadarse. Si lo piensas (lo sientes) realmente, no lo cuentas como quien dice está nublado. Es el final de un proceso largo y duro, en el que has tenido que cuando llegas a ese momento es porque has pasado por muchas etapas muy dolorosas y traumáticas. No dejas a tu familia, a tus amigos, a tu mascota... porque hayas suspendido un par de exámenes, hay una historia detrás, un dolor de más de un par de días

Lamentablemente, casi todos los que llevamos un tiempo padeciendo alguna enfermedad mental, entrando y saliendo de instituciones y sanatorios, probando diferentes terapias y medicaciones (y probablemente abandonando muchas de ellas), conocemos a alguien cercano que no pudo más, que dejo de luchar, que el dolor fue más fuerte... Por respeto a esas personas me resulta de un mal gusto tremendo, por no decir una sinvergüencería, banalizar con algo así

Espero que la próxima vez que os sintais tristes, que andeis de bajón, etc., recordeis este escrito porque si las palabras pueden hacer tanto daño como los palos, para aquellos cuya nuestra psique está completamente rota y analizada, mucho más. 


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