miércoles, 16 de junio de 2021

Morrigan

 Mi madre vive conmigo, aunque no seguirá haciéndolo durante mucho tiempo, pronto abandonara mi casa para ocupar una habitación en una residencia. Como muy tarde el 28 de este mes, aunque se puede adelantar la cosa. El lugar ya está elegido, falta concretar un par de cosas y una pcr de por medio. 

Cuando era más joven y tenia todas sus capacidades en su sitio, solía decir que ella quería ir a una, que le hicieran todo y dejar de ser la criada de todo el mundo (frase muy de madre, que al menos yo utilizo con frecuencia al hablar con mis hijos, lo de criada, no lo de la residencia); pero se refería a cuando aun estuviera bien, para poder disfrutar de los cuidados de otros. Mi hermano me lo ha recordado estos días, a modo de ataque, cuando le he pedido que mi criterio prevaleciera sobre el suyo en una idea en la que ambos tenemos opiniones completamente opuestas. Yo en mi alegato defendía que si mi madre tuviera capacidad para discernir y decidir, opinaría como yo; su respuesta, si la que quería mama estando bien no importó a la hora de decidir sobre su vida, ahora tampoco tiene por qué importar. 

Cuando la enfermedad empezó a hacerse visible, mi padre empezó a adelgazar; el medico de cabecera decía que tenía envidia de mi madre porque la hacíamos mucho más caso que a él. Fue necesario que el doctor se fuera de vacaciones para que su sustituta lo mandara al hospital de urgencias donde le encontraron un tumor como una pelota de tenis dentro del estomago y metástasis en diferentes órganos. El pronostico de dos meses de vida se prolongo casi un año y fue necesario que al cáncer se le sumara el covid para acabar con sus ganas de luchar; cuando un herpes zoster en el trigémino no logró apenas incapacitarle. 

Mi padre se negaba a morir, luchaba cuando todo parecía perdido, no le importaba las perrerias que le hicieran, él no tiraba la toalla. Incluso, en sus últimos días, sobrevivió semanas sin comer ni beber; sacando fuerzas para salir de la cama y golpearnos cuando intentábamos que ingiriera algo. 

Los meses que precedieron a su muerte, hablamos más de lo que habíamos hablado en nuestra vida. Nunca   nos habíamos llevado bien. Él esperaba que me adaptase más a los roles tradicionales de genero y en vez de eso fui una constante decepción. Incluso todas las noches de hospital, que me comí yo sola, no dejaba de repetirme lo áspera que era, que debería aprender de mi hermano. Durante esas interminables noches en las que ninguno de los dos dormíamos, me repetía una y otra vez cuida de madre, cuando yo no pueda cuidarla (pobre mío, al que había que cuidar era a él), no la dejéis tirada como a un perro. 

Mi hermano estaba convencido desde el principio que donde mejor cuidado seria una residencia, yo no estaba tan segura (y sigo sin estarlo); le rogué una vez murió mi padre que dejara que viviera conmigo al menos un mes, para prepararme psicológicamente. El mes se convirtió en 16 meses, pero aun así no lo veo, aunque no tenga que ir a la carrera, arrastrada de un lado a otro para acompañarme a recoger a los niños; aunque cada día cene a una hora diferente; aunque la explote haciéndola emparejar calcetines; aunque me pelee con ella día si día también porque no se quiere lavar las manos; aunque lo esté haciendo todo mal (qué novedad)

Mi madre tiene Alzheimer, en una fase muy avanzada; sin llegar a ser como las películas de terror que tanto me gustan en la que una madre enferma sigue persiguiendo a la protagonista, incluso después

 de muerta, con sus constantes demandas y gritos.

Mi madre ya no puede comer sola, hay que dárselo a la boca; le cuesta tragar el agua (teniendo que hacerlo con espesante o con un vaso especial; le cuesta comer el solido porque se ha olvidado de cómo se traga (aunque mágicamente, cuando se trata de helado, patatilla o algo que le gusta mucho, recuerda como se hace). Mi madre hace más de un año que no puede vestirse ni desvestirse sola (salvo que sea de madrugada, que le da por practicar el nudismo y pasearse por la casa solo cubierta con un abrigo de invierno, aunque la noche ronde los treinta grados). Mi madre ya apenas tiene movilidad (hay que levantarla y sentarla en las sillas, cogerla en brazos para meterla en la cama, auparla para subirla en el coche, agarrarla del brazo para guiarla para caminar... (salvo cuando las estrellas pintan el cielo, que parece que se transforma en ninja y se mueve de forma grácil y silenciosa). Mi madre ya no puede conversar ni apenas responder a preguntas básicas como donde le duele o si tiene sed (salvo cuando hablas con otra persona, que responde con ironía a todo lo que dices). Mi madre ha perdido el control de esfínteres, pero ha desarrollado un placer en meter la mano en el interior del pañal para explorar lo que hay dentro, ademas de pasarse la vida en el servicio, sin saber muy bien para qué, ya que cuando le quito el dodotis pesa casi 5 kilos. Mi madre parece tener alergia al agua y sobre todo al jabón, pues huye de ella como un gato escaldado y para lograr que se asee casi hay que recurrir a amenazas. Mi madre ya no es mi madre. Solo un cascaron con el aspecto de la que un día fue, pero sin nada de lo que la hacia ser ella misma.

Pero no quiero fracasar en esto también, reconocer que no puedo cuidar es asumir un nuevo fracaso, asumir que ya no sirvo ni para eso. La única persona que nunca ha tirado la toalla conmigo, que ha soportado todas mis mierdas que han sido millones, y yo no voy a devolverla el gesto, voy a abandonarla a su suerte, porque por muy bueno que sea el lugar, por muy profesionales que sean todos. ella no es capaz de comunicarse, no puede contarme si está bien o mal, si le duele algo. Yo lo sé porque llevo 43 años con ella. Tal vez siendo más miedo por mí que por ella, porque es la única humanidad que me queda.

Soy lixiviado, soy escoria, soy un fracaso total, estoy podrida por dentro y por fuera. Por eso soy Morrigan solo traigo muerte guerra y caos. Solo hago daño a quien se acerca

A todas horas rezo a un dios en el que no creo, para que venga la dama de negro a visitarla antes de ese día fatídico, y ya puestos, que cuando blanda su guadaña se le vaya la mano y me lleve con ella.

Soy un ser cobarde, que va de valiente por la vida, de segura, pero varias amigas han sido capaz de emprende su vuelos, de acabar con el dolor; cuando ellas solo sufrían por si mismas, mientras que yo ademas hago sufrir a los que me rodean.

Así he logrado que el poeta ya no escriba, que el angel tenga más de demonio que de otra cosa, que todos los amigos se hartaran, mis hijos se avergonzaran de mí y que todo aquel que pasa por mi vida salga magullado e incompleto. 

Mi Fer, mi persona favorita junto con mis bichejos, está pasando un mal momento; él siempre estuvo a mi lado en mis crisis, pero han sido tantas las decepciones, las mentiras, mis desplantes, mis gritos y broncas sin sentido, mis plantones, mis desaires; que ya no confía en mí, que prefiere comerselo solo porque esta seguro que no haré más que empeorarlo. Me vendí como una sirena, pero ha descubierto que en realidad soy una cambia formas, la diosa de la muerte y la batalla, que finge ser tu aliado pero que en cualquier momento te apuñala. 

Cuando le conocí le dije corre, aléjate de mí, soy mala. Decidió quedarse un tiempo y descubrió que tal vez la única mentira que no salió de mi boca fue esa, soy mala. 

Me voy con mi pulpo, mi libro y mi madre. Mientras tanto no olvidéis que mañana será otro día, mañana será mejor. Soñad bonito 


miércoles, 9 de junio de 2021

Mentiras y un libro negro, uniformado de verde

 A demás de los toca existe otra manía o rareza que me caracteriza y de la cual no puedo librarme por mucho que lo intente. Miento, miento mucho, aunque no venga a cuento, miento. Aunque no sea necesario, miento. Aunque la mentira me perjudique más que la verdad, miento. Normalmente no son grandes mentiras, solo pequeños embustes que salen de mi boca de forma inconsciente.

Me gustaría poder echarle la culpa a mis voces, a las diferentes personalidades que voy adoptando; me digo a mi misma que no soy mala, que es mi enfermedad la que hace que me comporte así, pero a la hora de la verdad, continuo haciéndolo

Ya digo que son cosas insignificantes, que de forma aislada no tendrían ningún peso, pero todas juntas son una losa, tanto para mí como la persona que está enfrente. 

Por ejemplo, si llego tarde porque salgo tarde, no digo simplemente eso, cuento que ha habido un accidente con cuatro heridos en la carretera y nos han tenido parados dos horas. Si una mamá del cole me dice que no quiere participar en el regalo de las maestras porque les parece que están haciendo muy mal su trabajo, comento en el grupo o bien que no he podido contactar con ella, o que me ha dado el dinero a mi (y yo lo pongo en su lugar) o que en este momento está en una mala situación económica y ese desembolso, por pequeño que sea le supone un gran esfuerzo...

No miento solo para defenderme a mí, también miento para defender a los demás, a todos los demás. Intento mantenerme neutral, con el fin de agradar a todos, pero lo que logro es no gustarme en absoluto y volverme insoportable para El Otro por mi falta de credibilidad y por no pringarme en general.

Esto no tiene nada que ver con lo de ser una boca chancla, que también, pero logro controlar eso a base de mentiras; o más bien, recurro a las mentiras en un intento de no decir las barbaridades e insensateces que se me pasan por la cabeza. 

Sé que no se puede nadar y guardar la ropa, pero yo lo intento, mientras a la vez vigilo a los niños, enseño a nadar a la hija de una amiga y mantengo una conversación trascendental que puede suponer un cambio radical en mi vida. Que consigo, no disfruto del baño, si me quitan la ropa cuando quiera llegar ya se ha largado el ladrón, a los niños le doy una voz, la niña no aprende a nadar y con quien converso se siente ofendido porque no le presto la atención que se merece y requieren las circunstancias. ¿Cómo salgo del paso? Mintiendo. Tranquilos que yo guardo la ropa, tienes toda mi atención, hoy aprende a nadar seguro aunque me tire aquí todo el día. 

Hay mentiras más gordas. Las cuales de tanto repetirlas acabo creyéndomelas, incapacitando para poder recordar o discernir la verdad. 

No soporto que me mientan a mí, pero sin embargo yo no dejo de hacerlo. Ultimamente me han dado de beber mi propia medicina, promesas que no se cumplirán, juramentos en vano, sueños pisoteados. ¿Me lo merezco? Probablemente, pero me gustaría que la gente no fuera tan hija de puta como yo. Quiero creer que yo no puedo evitarlo, pero ¿le pasa lo mismo a los demás? ¿Solo devuelven los golpes o les sale natural?

Lo peor de todo, es que si te pasas la vida diciendo que viene el lobo y no es cierto, el día que viene nadie te cree, nadie te ayuda ni se deja ayudar por ti; ya solo eres una mentirosa, una etiqueta gigante que no deja ver más allá, que no deja ver las otras cosas que eres, ni que esta vez va en serio. 

Tengo un humor de perros, el padre de mis hijos siempre decía que no entendía cómo podían engordar tanto los niños con la lactancia con la mala leche que gasto, me enfado con una facilidad pasmosa. Y de igual forma, me desenfado en un instante. Mal comparado, mi temperamento sería como un pedo, si hay algo que me molesta necesito sacarlo, pero una vez suena el pummm, vuelvo a la normalidad, como si ahí no hubiera pasado nada, como si ese gas nunca hubiera existido. Por eso no suelo ser rencorosa. Vuelvo al punto de partida una vez me he desahogado. Me cuesta aceptar que a otras personas no les pase igual, que cuando la cago, que la cago mucho, no compense lo bueno. 

Las mentiras generan heridas a todo el mundo, incluyendo a quien las dispara. Las personas con sufrimiento psíquico lo sentimos de forma aun más vivida. Cuando sufres paranoias y no sabes reconocer la realidad de lo que es producto de tu mente retorcida, te aferras a algunas personas como a un clavo ardiendo; si de repente deja de ser tu soporte o desmiente algo que ha dicho, todo se tambalea, ya que no tienes la certeza de nada, ni siquiera de si ha sido real. 

A mis rutinas de antes de acostarme he incluido una nueva. Además de lavarme los dientes y andar a oscuras hasta la habitación, para meterme en la cama a tientas, una vez estoy tumbada enciendo la linterna del móvil y leo algunas páginas de un libro negro que se viste de verde esperanza, que habla de sueños y lugares donde la gente no crece, donde las segundas terceras, cuartas y quintas oportunidades existen, un libro que me habla de amor, que intima conmigo cada noche; después vuelvo a la oscuridad, juego con el pulpito mientras canto e intento soñar. Busco con mi imaginación una casa en la playa, niños jugando en la arena, un pozo, una chimenea, una biblioteca enorme que se desparrama por todas las habitaciones, un pecho en el que recostarme y por supuesto el mar. Siempre el mar.

El libro es un libro pequeño y siempre es el mismo, ya esta ajado y maltrecho de tenerlo bajo la almohada y manosearlo cada noche. Da igual las veces que lo haya leído, siempre me dice algo diferente, siempre me aporta algo, siempre me invita a seguir luchando. Hay libros similares, incluso del mismo autor, pero no son lo mismo, este es para mí. Este me dice vales la pena, deja de creerte mierda, aun hay esperanza para ti, no tienes la toalla, eres real, era real. 

La idea con la que convoco a Morfeo como si de un ritual de brujería se tratara, también es el mismo, con los mismos protagonistas. Puede variar las acciones que hacen, pero a grandes rasgos siempre es lo mismo. Pero no hay monotonía en la repetición, hay paz, hay tranquilidad, es decir como desees, es no mas mentiras, nunca más. 

Aunque aun no sea la noche, me dejare arropar por mi fantasía. Buenas noches, mañana será otro día, mañana será mejor. Sueña bonito


domingo, 6 de junio de 2021

Boca Chancla

 Creo que he comentado varias veces que no tengo filtro. Si sólo fuera eso no sería un problema, pero la cosa se complica, siempre tengo una respuesta para una pregunta que nadie me ha hecho y si se la ha hecho, desde luego no la ha pronunciado en voz alta; siempre tengo una replica para cada intervención de quien sea, lo conozca o no

Tengo que ser el punto y final de cada conversación. En realidad no puedo dialogar con nadie, sobre todo si es por washapp, porque no se acaba nunca a menos que corte la otra persona. Ejemplo: "Nos vemos a las Cinco". "Vale, allí estaré" (esta seria yo). "No llegues tarde". "Hace lo que pueda pero ya sabes que tengo mucho lio". "Nos vemos". "No, en serio, hace todo lo posible para llegar a las cinco, pero a lo mejor los chicos y mi madre me retrasan, a ella le gusta ir al baño justo a la hora de salir, así que es imposible calcular, porque normalmente entra y se olvida si ya se ha sentado o no y cuando se sube el pañal se lo vuelve a bajar porque no recuerda si entraba o salía, así que se puede tirar media hora subiendo y bajando el pañal, sin hacer absolutamente nada". "Tranquila, lo he pillado, nos vemos allí". "No, en serio, no quiero que pienses que no te valoro, yo hago lo humanamente posible para demostrarlo, pero las circunstancias no siempre acompañan". "Lo sé". "Precisamente porque lo sabes y eres capaz de ponerte en mi lugar es por lo que no quiero defraudarte"... Normalmente en este momento pasan a ignorarme porque así puedo seguir eternamente.

Vuelvo, que me estoy desviando, centrándome en mi necesidad de hablar, lo cual también es algo preocupante. Pero qué porras, vivo con una perra, una mujer con Alzheimer, dos niños y un adolescente, conversación lo que se dice conversación, no tengo mucha. Me limito a decir a los niños que no peleen y recojan, al adolescente que no conteste, a mi perra que no se coma todo lo que pilla y repetir a mi madre cien veces la misma cosa porque la olvida antes de que termine la frase, incluyendo quien es la persona que le habla.

Además, me encanta hablar, es uno de mis superpoderes mierder. Si no puedo hacerlo con la voz lo hago con las manos escribiendo. Pero necesito comunicar todo lo que se almacena en mi cabeza. Eso es lo que genera el problema que me ha llevado a generar esta entrada. Boca chancla

Pues eso, que para todos tengo un comentario, un apunte, como si mi opinión realmente importase a alguien que no sea a mí. En mi otra vida debí ser tertuliana en Telecinco (en la próxima me he pedido ser erizo, aunque hoy he descubierto la existencia del caracol volcánico y la imposibilidad de que nadie le haga daño porque tiene un armadura (apunte dentro del apunte y nota para mí: algún día hablar de mi experiencia con una armadura y una casa llena de fantasmas, seguramente yo uno de ellos))

Sabina dice en una canción "por decir lo que pienso, sin pensar lo que digo, más de un beso me dieron y más de un bofetón", pues yo solo me llevo tortazos, tal vez porque en el momento en el que digo las cosas realmente pienso que es una gran idea. 

Mis hijos juegan al floorball, hockey en pista (sin patines y sin hielo), los tres. Bueno Chulopiscinas viven para ello, pero no es él quien nos ocupa. Aunque los tres compiten en contra diferentes equipos en ligas locales y comunitarias. En la liga local no hay más equipos de la categoría de mi hijo pequeño, Benjamines, pero el profe, que es un enrollado les deja competir contra los de la categoría inmediatamente superior; si además le añadimos que en este grupo tienen cabida también los prebenjamines y chupetines, nos encontramos a niños que están en primero compitiendo con niños de sexto, siendo mi hijo uno de los mayores del grupo, estando en tercero. 

Ayer tuvieron un partido, media de edad de nuestro grupo siete años, media de edad del equipo contrario once. Os podéis imaginar cómo era eso, una masacre esperada. Nuestro equipo lo sabia y el contrincante también, demasiado bien; hasta el punto que su portero se tumbo a tomar el sol (aunque juegan en pista cubierta), se recoloco para tomar la siesta y durante todo el partido dio muestras de aburrimiento y hastío. Solo en un par de ocasiones lograron acercarse nuestros chicos a su portería, consiguiendo meter un gol la primera de ellas ya que no se esperaba que llegasen tan lejos. La segunda vez estaba sentado y logro pararla. 

A nosotros nos metieron como doce, pero eso es lo de menos. Eran mayores y probablemente fueran mejores. Pero nuestros peques lucharon como campeones y no se merecían la forma en que les hizo de menos el portero

Ya llegamos. A la salida del evento, los padres del otro equipo bromeaban con el niño portero sobre lo poco que había sudado. Así que yo me acerque como si alguien me hubiera invitado a participar, empujada por una fuerza irresistible que me obliga a abrir la boca como la abre un buceador después de una inmersión. De modo que me acerco al grupo y me dirijo al chaval "Felicidades por la victoria, perdona que me meta. Sé que erais mucho mejores que los nuestros y os merecíais ganar, pero es importante mostrar respeto por el contrario aunque no esté a vuestra altura. Son mucho más pequeños y se merecen ser tratados como rivales. No te estoy sugiriendo que te dejes marcar para subir su autoestima, pero que al menos demuestres interés por el partido para no hacerles daño"

¿Qué paso? Pues lo que tenia que pasar, que se armo. La madre me llamo maleducada, sinvergüenzada, que quién era yo para dar lecciones de moralidad, que estaba demostrando una falta total de valores al atreverme a hablar a un niño de esa forma... Y otras lindezas por el estilo. Todo esto rodeada de mi madre y mis tres hijos, el mayor de los cuales afirmaba con la cabeza a cada envestida de la señora porque compartía su opinión de que estoy más guapa callada. 

Y me marche a mi casa, no sin antes decirle a la entrenadora que por favor hablara con sus chicos sobre mostrar respeto hacia el contrincante, escuchando la charla de mi hijo por avergonzarle siempre y dejando en la acera al grupo de padres del otro equipo debatiendo sobre la poca educación de algunas personas, en vez de plantearse si deberían dotar a sus hijos de más habilidades sociales, concretamente de empatía, como había sido mi idea original. Porque yo lo único que buscaba es que el portero entendiese que por muy poco puedes hacer del mundo un lugar mejor. 

Y a mi malestar general, le añadí en sentir que había avergonzado a mis hijos. Mi pequeño Comaldreja no se sintió mejor, al contrario, mucho peor, el portero le había hecho de menos y su madre le había puesto en evidencia. 

Me dan mucha rabia los adultos sin hijos que dan lecciones a como educar a los hijos ajenos y yo hago lo mismo. Me enfado con el mundo por no ser capaz de empatizar con los demás, pero no me pongo en el lugar de los otros al criticar e intentar imponer mi criterio como si yo tuviera la verdad absoluta. 

Muchas de las personas a las que he echado de mi vida no se habrían largado si yo hubiera mantenido la boca cerrada, si no hubiera opinado sin que me preguntaran. Lo siento, se que es tarde, pero de verdad lo siento. 

Lo peor de todo, si mañana me veo en las mismas circunstancias estoy segura que actuaría igual, no con las personas a las que quiero, que un día me quisieron, pero si con el resto del mundo .

Buenas noches, mañana será otro día, mañana será mejor. Soñad bonito.  


martes, 1 de junio de 2021

Yo tengo un toc, toc, toc... y me ha dicho el doctor que saque mis mierdas

 Cuando era pequeña en mi casa no sonaba música, no recuerdo nunca que mis padres pusieran en la radio más que emisoras de noticias o de partidos de futbol. Pero de vez en cuando nos dejaban mirar en la tele programas en los que había canciones, sobre todo si eran galas infantiles. Así que se puede decir que la banda sonora de mi infancia se compuso de Enrique y Ana, Parchis, Botones, Torrebruno, Rosa Leon, Onda Vaselina (junto a los que llevaban el nombre de un juego de mesa- tuputu, en mallorquín, eran mis favoritos), Regaliz (con su buenas noches señor monstruo) y los componentes de Verano Azul, cuyo nombre artístico no recuerdo. 

Durante el recreo jugaba a la comba, a la goma y al pasacalles. Por lo que mas cancioncillas tontas, que en aquella época eran bastante crueles: Desde pequeñita me quede, algo resentida de este pie, que le voy a hacer si soy una cojita... en la calle yeye veinticuatro troto, ha habido todo un asesinato toto, una vieja jaja mato a un gato toto... Duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá... Mambru se fue a la guerra, que dolor que dolor que pena... Soy capitán, soy capitán, de un barco ingles y en cada puerto tengo una mujer... Las niñas bonitas no pagan dinero... Una niña fue a jugar, pero no pudo jugar porque tenia que planchar... Se ha roto siete costillas, espinazo y el rabo, marramamiamia... Yo tenia 10 perritos, uno se perdió en la nieve, no me quedan mas que nueve... (y así se queda sin perros)... Si me incas las uñas te cortare el rabito... Don Federico mato a su mujer, la hizo picadillo y la puso en la sartén... Guardianes manda la reina al conde Olimos buscar, el murio a la media noche, ella a los gallos cantar... Al pobre de Pinocho se le caen los calzoncillos... Son pare li pega, sa mare no vol (canción mallorquina, su padre la pega, su madre no la quiere)... Me quiero casar con con unas señorita que sepa coser, que sepa bordar, que sepa abrir las piernas para jugar... Alouette, gentille Alouette, Alouette je te plumerai la tête (Alondra, gentil alondra, alondra yo te desplumare la cabeza)... Estaba el negrito aquel, estaba comiendo arroz, como no tenia cuchara el negrito se quemo... Por el vino perdí los dientes; me llaman la desdentada, la desmanada, la desbocada, la desnarizada, la desojada, las descejada, la desvelada, la despelona (por culpa del vino iba perdiendo partes del cuerpo)...

Bueno, que me estoy perdiendo, una de aquellas canciones era yo tengo un tic tic tic y me ha dicho el doctor que mueva la mano... y así, todo las extremidades

Así que yo tengo un toc toc toc, o más bien varios. 

No son incapacitantes, pero si me dificultan en el día a día. 

Por ejemplo, cuando tiendo la ropa, en todas las cuerdas tiene que haber un número de prendas múltiplo de tres; así que cuando meto la ropa en la lavadora voy contando para que me salgan los cálculos a la hora de tender. Como esa maquina del diablo es la puerta a Narnia de los calcetines, suele tragarse alguno para complicarme la vida. Así que si no me cuadra, dejo algún que otro calcetín para la lavada siguiente. En el pueblo que se tiende en el patio, si alguien se ofrece a ayudarme me dan los siete males, en cuanto terminamos y me quedo sola, recoloco la ropa otra vez para que vayan en grupos de tres 

También me pasa con la ropa interior, si me pongo una braguita y un sujetador que no sean conjunto, entro en barrena. Prefiero ir sin nada a ir desparejada. Durante una época lleva un conjunto de repuesto siempre en el bolso por si ocurría un percance poder ir combinada (Antes muerta que sencilla)

Siempre dejo las llaves en la puerta, sin importarme si luego va a venir alguien que también tenga llaves y le va a tocar llamar, es la única forma de olvidarme y dejarlas en casa al salir.

Compro ropa con los ojos cerrados, tienen que ser suaves al tacto, si me gusta el tacto abro los ojos y miro la prenda, pero no compro nunca nada que no sea suavito. 

A partir de cierta hora, apago todas las luces de la casa y me muevo a oscuras, voy al baño a oscuras me lavo los dientes a oscuras, etc. 

En relación a esta manía ahora he desarrollado una nueva rareza. Para el día de la madre mis hijos me regalaron uno de esos pulpos de peluche que se han puesto de moda, que son reversibles y por un lado tienen la cara enfadada y por la otra contenta. Cuando me acuesto mientras canto una canción lo voy dando vueltas y la cambio de posición. A veces no está mal la soledad de Los limones, cuando la termino, así lo dejo y duermo abrazada al púlpito. Cuando me despierto, en función de la cara del animalillo, adopto una actitud u otra y cuando pongo películas de terror de fondo para acompañarme, las elijo con un tono mas de humor o solo dramático. 

Y es que ahora los pulpos son mi animal fetiche. Siempre han sido animales atípicos y aunque aquellos que me gustaban siguen teniendo un valor especial: los caracoles porque son autosuficientes, los erizos porque pinchan si te acercas como yo, las serpientes porque son suaves, los perros porque son simplemente maravillosos. Ahora los pulpos, porque pueden abarcarlo todo, porque pueden con todo 

De los seres mitológicos mi debilidad son las sirenas, siempre he sentido que en mi otra vida debí ser una de ellas, por lo mucho que me gusta el mar...

Así que ahora me declino por las Cecaelias, seres con cuerpo de mujer y extremidades inferiores formado por los tentáculos de un pulpo, también conocido como octosirenas

Pero ya hablare de eso en otro momento, que es la hora de apagar las luces. 

Buenas noches, mañana sera otro día, mañana será mejor. Sueñen bonito