domingo, 11 de julio de 2021

Escribir sobre lo que quieres...

 Las últimas entregas las he compartido también en Facebook, es algo que inicialmente me negaba a hacer por miedo a herir sensibilidades. Lo que aquí digo son cosas que yo siento y pienso, no implican que sean verdad, son el resultado de mi enfermedad, mis vivencias, mis errores y tal vez algún que otro acierto, si es que lo ha habido. 

El ángulo desde el que se perciben las cosas cambia mucho la realidad, lo que yo veo, no tiene por qué ser lo mismo que tú ves, aunque estes en la misma sala, por ejemplo no te ves a ti mismo y lo que crees percibir de ti, no suele coincidir con lo que recibe el otro 

Durante una temporada trabaje en un proyecto de mujeres gitanas, este, junto con mi labor en prisión como profesora, han sido los mejores empleos que he tenido con creces. En aquella época aprendí muchas cosas, me desprendí de muchos estereotipos y me reí hasta que se me saltaron las lagrimas. Mi labor era la alfabetización de esas mujeres, tanto en materias escolares como digitales, así como sembrar la perspectiva de genero e igualdad en ellas. A decir verdad, no sé si aprendieron mucho, pero yo descubrí miles de cosas diariamente. 

Muchas cosas de su cultura me chirriaban un montón, cosas que para ellas eran las más lógicas, con mis vivencias me chirriaban; de igual forma que a ellas les chirriaba lo que yo les contaba en varias ocasiones. Una de las cosas que más me llamaba la atención era el luto. A grandes rasgos, el luto lo llevan por familiares cercanos y dura en función del parentesco y del dolor, esperandose, en el caso de las viudas, que éste se prolongue por siempre jamás. El luto es mucho más estricto y duradero entre las mujeres que entre los hombres. Ellas han de vestir el negro, no pueden ver la tele (ni ningún miembro de la familia si ella esta en casa), no pueden entrar en bares, escuchar música, no puede hablar con hombres con los que no sea familia, etc. Es mucho más complicado de explicar y trae consigo más directrices de las que ahora no me acuerdo exactamente. Si no respetas el luto, se puede decir que te echan de la comunidad y del templo. 

Este caso en cuestión me sirvió muchas veces como ejemplo, tonto con mis Romis (mujeres gitanas) como con otros colectivos.  La batalla que empleaba venía a ser algo así "Amparo acaba de enviudar, tiene un hijo de dieciséis y uno de catorce, ambos solteros. Como es de esperar cumple religiosamente con todos los mandatos de su cultura. Sale, solo lo imprescindible, a comprar el pan y lejía (que nunca puede faltar en una casa gitana), la mayoría de las cosas se las traen los chicos o las vecinas, pero ese dia en concreto las vecinas más allegadas se han ido a vender a unos de los mercadillos de la zona y como lo que necesita son compresas (jamas tampones o copas vaginales, válgame el señor) no se lo va a pedir a ninguno de sus dos varones. Así que sale al supermercado, en ese tiempo un joven del barrio, con su coche impecable, ha ido a buscarla a su casa, para encontrarla a un par de manzanas más lejos. Se detiene junto a ella sin apagar la música y le dice que su hijo el Antonio, se ha metido en una pelea y le han dado una paliza. Posiblemente Amparo montara en el coche y acompañara al joven en la búsqueda de su hijo, acaba de perder un marido no puede perder un hijo....

Hasta aquí todo normal, mas o menos, pero Sagrario no se ha ido a vender porque tiene a la niña mala y se ha quedado con ella, desde la ventana presencia la escena. Si le preguntas que ha visto dirá a Amparo en la calle (es cierto), a Amparo hablando con un hombre, pese a estar de luto (cierto), a Amparo oyendo música (a todo volumen desde el interior del vehículo) y probablemente a Amparo marchándose con ese hombre (al rescate de su hijo). Realmente todo eso ha ocurrido, pero dentro de un contexto que es tan importante como los hechos en sí. 

A qué viene esto, pues eso, que lo que yo entiendo por verdad carece de toda la información y lo que digo aunque no se incierto posiblemente no se ajuste a lo que otros protagonistas podrían haber vivido.

Como decía, desde hace un tiempo, decidí compartir lo que escribo en las redes, arriesgándome a las criticas, a poder ofender a alguien, pero con la esperanza de que aquellos que solo ven a una viuda de luto subirse en un coche con un hombre, sepan el motivo por el que lo hago. 

Ya me centro. A raíz de compartir en Facebook mi blog, un viejo amigo mostró interés por el tema y le respondí con toda la sinceridad del mundo no te va a gustar, porque realmente creo que así será. Hace muchos años que no nos vemos, era muy amiga de su mujer y su hija, pero sobre todo suya. Es el unico amigo que conservo de mi época en Zaragoza, pero un comentario fuera de lugar (por una vez no fui yo) y demasiado orgullo por parte de los dos nos distancio todos los kilometros que separaban las dos provincias. Aun así seguimos en contacto, alguna vez intercambiamos una llamada o un mensaje, pero ni ellos han vuelto a verme y ni yo he regresado a la ciudad maña. Pero la imagen que tiene de mí es de una mujer alegre, que puede con todo, que cuida de todos, siempre sonriendo, siempre positiva. Lo que puede ver por aquí no es eso. Y posiblemente prefiera que no lo vea. 

Tuve la suerte de asistir a la presentación de uno de los libros de un escritor excepcional (López Guisado), he asistido a tres pero solo a una de forma presencial, concretamente de su "Orgia sin mí" y en un momento dijo que las Anas siempre han tenido un papel fundamental en su vida, lo cual me hizo mucha ilusión, ya que mi nombre real es Ana; así que durante un tiempo fantasee con la idea de convertirme en una de esas Anas, tal vez incluso merecedora de algunas lineas, aunque fuese en el papel de su mayor grupie (que creo que lo soy, porque no creo que haya muchas personas que posean toda su obra y la hayan leído varias veces). A mí me pasa algo parecido con los Fernandos, Mi vida, está plagada de ellos y todos me han dejado una huella especial, como este mañico del que os hablaba, como el chavalin con el que tonteaba en los campamentos, como mi mejor amigo (mi persona), como el poeta...

He estado unos dias sin escribir, en parte porque la marcha de mi madre me desestabilizo una barbaridad, en parte porque no quería que mi viejo amigo viera que no quedaba ni una sombra de aquella chica que una vez fui. Alguien cercano a mí me dijo, no escribas de lo que te angustia, escribe de lo que quieres. Así que no puedo hablar más de mí, porque no me quiero en absoluto (cómo espero que los demás lo hagan si yo soy incapaz de ver nada bueno en mí)

Quiero muchas cosas, la primera de todas a mis hijos (aunque me meta con ellos y me cansen), a mi hermano (aunque nos hayamos distanciado un poco, cosa que parece estar limándose un poco con el ingreso de mi madre), al hombre al que amo y que no sé si alguna vez me amo (y que estoy segura que seguiré venerando hasta que sea pasto para las cabras), a mis padres (aunque ya no estén ninguno de los dos, porque de mi madre solo queda el cuerpo), a mis amigas (en femenino porque son mayoría), a m is primas (algunas casi hermanas, la mayoría buenas amigas), a los libros (que siempre están ahí), a Dunita (no sé cómo superare tu perdida) y al agua, en todos sus formatos, principalmente como mar o como lluvia

Hoy, después de tanta corrala quería dedicar un recuerdo a mi padre, un hombre al que nunca entendí ni me entendió, un hombre al que no valore hasta que empezó a difuminarse. 

Mi padre fue pastor, vivió en el pueblo hasta muy mayor y creo que realmente nunca se fue de su aldea. Asumió que él era un "cateto" y aunque valía mucho más que cualquiera que haya conocido, siempre se sintió inferior. Pero de una forma sana, no como yo, sin flagelarse ni martirizarse, asumía lo que era y se sentía orgulloso de sus Orígenes humildes; no soñaba con riquezas ni grandilocuencias. Daba igual su poder adquisitivo, siempre desayuno sopas de pan con leche, lo cual compartía con mi perra; su comida favorita eran las patatas, independientemente de como estuvieran preparadas; no compraba ropa nueva a menos que se le rompiera la vieja... No es que fuera un tacaño, solo no sentía la necesidad de gastar ni de aparentar.

Ayer, estando en casa de mi madre, me cruce con un vecino, uno de los pocos que quedan de cuando yo vivía en el bloque. Al saludarle emplee su apellido, como siempre había hecho hacer a mi padre, porque todos era "Gallego, Bueno, Lastra, Ibañez..." y me di cuenta de que no conocía el nombre propio de ninguno. Y cerré los ojos y me rememore cuando subía la escalera con mi padre y nos cruzábamos con cualquiera de ellos y estos empleaban su nombre de pila para darle el buenos días. 

No sé si es porque mi padre tenia un nombre de esos que pueden ser apellido, como Clemente, Bartolome, Martin, Andres... y los vecinos pensaban que ese era su linaje; o porque el era así, un hombre sencillo, que vivía en uno de los barrios más caros de Madrid, pero que no quería ser un señor, solo ser él, el hombre que estaba orgulloso de haber sido pastor, de haber sido hortelano, de trabajar en un mercado, de haber dejado la escuela a los 6 años y aun así haberse leído todos los libros que había en el pueblo y todos los periódicos que caían en sus manos (todas las paginas, todas las lineas, desde los titulares a las esquelas, pasando por los anuncios y la cartelera); que iba al Rastro todos los domingos solo porque le gustaba el ambiente; que se arreglaba sus zapatos porque habría querido ser zapatero...

Ojalá hubiera pasado más tiempo contigo y hubiera escuchado tus enseñanzas, me habría ahorrado muchos disgustos y errores, y habría conocido a ese pequeño gran hombre que siempre fuiste.



No hay comentarios:

Publicar un comentario