miércoles, 16 de junio de 2021

Morrigan

 Mi madre vive conmigo, aunque no seguirá haciéndolo durante mucho tiempo, pronto abandonara mi casa para ocupar una habitación en una residencia. Como muy tarde el 28 de este mes, aunque se puede adelantar la cosa. El lugar ya está elegido, falta concretar un par de cosas y una pcr de por medio. 

Cuando era más joven y tenia todas sus capacidades en su sitio, solía decir que ella quería ir a una, que le hicieran todo y dejar de ser la criada de todo el mundo (frase muy de madre, que al menos yo utilizo con frecuencia al hablar con mis hijos, lo de criada, no lo de la residencia); pero se refería a cuando aun estuviera bien, para poder disfrutar de los cuidados de otros. Mi hermano me lo ha recordado estos días, a modo de ataque, cuando le he pedido que mi criterio prevaleciera sobre el suyo en una idea en la que ambos tenemos opiniones completamente opuestas. Yo en mi alegato defendía que si mi madre tuviera capacidad para discernir y decidir, opinaría como yo; su respuesta, si la que quería mama estando bien no importó a la hora de decidir sobre su vida, ahora tampoco tiene por qué importar. 

Cuando la enfermedad empezó a hacerse visible, mi padre empezó a adelgazar; el medico de cabecera decía que tenía envidia de mi madre porque la hacíamos mucho más caso que a él. Fue necesario que el doctor se fuera de vacaciones para que su sustituta lo mandara al hospital de urgencias donde le encontraron un tumor como una pelota de tenis dentro del estomago y metástasis en diferentes órganos. El pronostico de dos meses de vida se prolongo casi un año y fue necesario que al cáncer se le sumara el covid para acabar con sus ganas de luchar; cuando un herpes zoster en el trigémino no logró apenas incapacitarle. 

Mi padre se negaba a morir, luchaba cuando todo parecía perdido, no le importaba las perrerias que le hicieran, él no tiraba la toalla. Incluso, en sus últimos días, sobrevivió semanas sin comer ni beber; sacando fuerzas para salir de la cama y golpearnos cuando intentábamos que ingiriera algo. 

Los meses que precedieron a su muerte, hablamos más de lo que habíamos hablado en nuestra vida. Nunca   nos habíamos llevado bien. Él esperaba que me adaptase más a los roles tradicionales de genero y en vez de eso fui una constante decepción. Incluso todas las noches de hospital, que me comí yo sola, no dejaba de repetirme lo áspera que era, que debería aprender de mi hermano. Durante esas interminables noches en las que ninguno de los dos dormíamos, me repetía una y otra vez cuida de madre, cuando yo no pueda cuidarla (pobre mío, al que había que cuidar era a él), no la dejéis tirada como a un perro. 

Mi hermano estaba convencido desde el principio que donde mejor cuidado seria una residencia, yo no estaba tan segura (y sigo sin estarlo); le rogué una vez murió mi padre que dejara que viviera conmigo al menos un mes, para prepararme psicológicamente. El mes se convirtió en 16 meses, pero aun así no lo veo, aunque no tenga que ir a la carrera, arrastrada de un lado a otro para acompañarme a recoger a los niños; aunque cada día cene a una hora diferente; aunque la explote haciéndola emparejar calcetines; aunque me pelee con ella día si día también porque no se quiere lavar las manos; aunque lo esté haciendo todo mal (qué novedad)

Mi madre tiene Alzheimer, en una fase muy avanzada; sin llegar a ser como las películas de terror que tanto me gustan en la que una madre enferma sigue persiguiendo a la protagonista, incluso después

 de muerta, con sus constantes demandas y gritos.

Mi madre ya no puede comer sola, hay que dárselo a la boca; le cuesta tragar el agua (teniendo que hacerlo con espesante o con un vaso especial; le cuesta comer el solido porque se ha olvidado de cómo se traga (aunque mágicamente, cuando se trata de helado, patatilla o algo que le gusta mucho, recuerda como se hace). Mi madre hace más de un año que no puede vestirse ni desvestirse sola (salvo que sea de madrugada, que le da por practicar el nudismo y pasearse por la casa solo cubierta con un abrigo de invierno, aunque la noche ronde los treinta grados). Mi madre ya apenas tiene movilidad (hay que levantarla y sentarla en las sillas, cogerla en brazos para meterla en la cama, auparla para subirla en el coche, agarrarla del brazo para guiarla para caminar... (salvo cuando las estrellas pintan el cielo, que parece que se transforma en ninja y se mueve de forma grácil y silenciosa). Mi madre ya no puede conversar ni apenas responder a preguntas básicas como donde le duele o si tiene sed (salvo cuando hablas con otra persona, que responde con ironía a todo lo que dices). Mi madre ha perdido el control de esfínteres, pero ha desarrollado un placer en meter la mano en el interior del pañal para explorar lo que hay dentro, ademas de pasarse la vida en el servicio, sin saber muy bien para qué, ya que cuando le quito el dodotis pesa casi 5 kilos. Mi madre parece tener alergia al agua y sobre todo al jabón, pues huye de ella como un gato escaldado y para lograr que se asee casi hay que recurrir a amenazas. Mi madre ya no es mi madre. Solo un cascaron con el aspecto de la que un día fue, pero sin nada de lo que la hacia ser ella misma.

Pero no quiero fracasar en esto también, reconocer que no puedo cuidar es asumir un nuevo fracaso, asumir que ya no sirvo ni para eso. La única persona que nunca ha tirado la toalla conmigo, que ha soportado todas mis mierdas que han sido millones, y yo no voy a devolverla el gesto, voy a abandonarla a su suerte, porque por muy bueno que sea el lugar, por muy profesionales que sean todos. ella no es capaz de comunicarse, no puede contarme si está bien o mal, si le duele algo. Yo lo sé porque llevo 43 años con ella. Tal vez siendo más miedo por mí que por ella, porque es la única humanidad que me queda.

Soy lixiviado, soy escoria, soy un fracaso total, estoy podrida por dentro y por fuera. Por eso soy Morrigan solo traigo muerte guerra y caos. Solo hago daño a quien se acerca

A todas horas rezo a un dios en el que no creo, para que venga la dama de negro a visitarla antes de ese día fatídico, y ya puestos, que cuando blanda su guadaña se le vaya la mano y me lleve con ella.

Soy un ser cobarde, que va de valiente por la vida, de segura, pero varias amigas han sido capaz de emprende su vuelos, de acabar con el dolor; cuando ellas solo sufrían por si mismas, mientras que yo ademas hago sufrir a los que me rodean.

Así he logrado que el poeta ya no escriba, que el angel tenga más de demonio que de otra cosa, que todos los amigos se hartaran, mis hijos se avergonzaran de mí y que todo aquel que pasa por mi vida salga magullado e incompleto. 

Mi Fer, mi persona favorita junto con mis bichejos, está pasando un mal momento; él siempre estuvo a mi lado en mis crisis, pero han sido tantas las decepciones, las mentiras, mis desplantes, mis gritos y broncas sin sentido, mis plantones, mis desaires; que ya no confía en mí, que prefiere comerselo solo porque esta seguro que no haré más que empeorarlo. Me vendí como una sirena, pero ha descubierto que en realidad soy una cambia formas, la diosa de la muerte y la batalla, que finge ser tu aliado pero que en cualquier momento te apuñala. 

Cuando le conocí le dije corre, aléjate de mí, soy mala. Decidió quedarse un tiempo y descubrió que tal vez la única mentira que no salió de mi boca fue esa, soy mala. 

Me voy con mi pulpo, mi libro y mi madre. Mientras tanto no olvidéis que mañana será otro día, mañana será mejor. Soñad bonito 


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